martes, 26 de junio de 2012

El Purgatorio


PIEZA 12


Debemos a los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI la aclaración de que el purgatorio no es un espacio físico, sino un estado del alma en su camino a la plenitud del encuentro con Dios. No es pues cierto que el purgatorio sea una república subterránea accesible, por ejemplo, desde el Santuario del Purgatorio de San Patricio, en pleno lago Dourgh (Donegal), como se creía en la baja edad media. Otros puntos postulados por la tradición han sido ciertos recovecos sicilianos así como islas innominadas del Mediterráneo Oriental. Normalmente espacios ubicados entre volcanes, donde se suponía se accede al infierno.

El purgatorio ha sido vital en la configuración económica de la Europa católica, al generar productos económicos post-mortem (misas, indulgencias) que favorecieron a la iglesia católica. Beneficios, fundaciones, donaciones que pusieron en las manos de la iglesia un patrimonio colosal posteriormente expropiado. El purgatorio fue uno de los aspectos doctrinales que impidieron la fusión de la iglesia de Roma con la de Bizancio en el siglo XV. Igualmente, la reforma luterana toma como premisa la negación del purgatorio (pues el hombre se salva por la fe más que por sus actos).

Sin embargo, es poco lo que se sabe sobre la génesis del purgatorio. Le Goff, el único historiador de renombre que ha abordado el asunto, sitúa su emergencia en la confluencia de diversas tradiciones (judías, egipcias, celtas, persas, helénicas y romanas) postulantes de una catarsis previa a la resurrección. Agustín de Hipona da carta de naturaleza teológica a esta preconceptualización del purgatorio al establecer el “paso de fuego”, momento catártico en el que el alma debe limpiarse de toda mácula para su reencuentro con el creador. En el siglo XI, la oficialización del culto de Difuntos, crea el clima cultural para la popularización de visiones mística sobre esta “prueba de fuego” y sobre todo el contexto, el lugar en el cual acontece, aunque no es hasta la aparición del Tratactatus de Purgatorio Sanctii Patricii,  atribuido al fraile cisterciense de Huntingdonshire (Irlanda), Henry de Saltrey, y escrito entre 1180 y 1184, que este lugar recibe el nombre de “purgatorio”. Curiosamente, el nombre parece referir a cuevas utilizadas como saunas por los antiguos irlandeses. De ahí Saltrey toma la palabra para redefinir el lugar en el que los impíos purgan pecados. Quien quiera conocer más al respecto deberá recurrir a la excelente serie firmada por el Sr. IA (director del Museo Metafísico), enlace aquí

La idea del purgatorio avanza imparable hasta su fijación iconográfica por parte de Dante en 1308. Para entonces el concepto está ya bien incardinado en el corpus teológico escolástico. El barroco hispano-italiano, ya en el XVII, con su particular concepción del memento mori, servirá de revulsivo al culto a las ánimas, las indulgencias y las misas, aunque una lectura meramente economicista del purgatorio  o como instrumento ideológico de control postmortem del clero sobre el creyente, será siempre una visión incompleta. El arrepentimiento es inseparable de la ideología católica. La convicción de que el amor de Dios es infinito y la necesidad de autoalentar una consciencia de pecado forman parte inextricable para la comprensión del fenómeno. Asimismo, la idea de que existe una instancia redentora para los pecados veniales parece estar muy vinculada también al vitalismo social, una suerte de optimismo ante la muerte característico de las sociedades católicas europeas.

En el siglo XIX, el purgatorio verá una relectura por la popularización del esoterismo y el romanticismo popular. Las iglesias se llenan de rastros espectrales, advertencias dejadas a sus deudos por finados temporalmente huidos del purgatorio.

En el siglo XX el culto decae.  Tanto las teologías partidarias de una síntesis filosófica, por un lado, como las empiristas, postulantes de construir un catolicismo nuclear  basado en la experiencia en Cristo, coinciden en una visión minimalista del purgatorio, evitando los excesos iconográficos del barroco y el romanticismo, y confiriéndole el carácter de trámite necesario para liberar al espíritu de la imperfección en su camino a la gloria.

El purgatorio es dogma de fe de la iglesia católica. En la iglesia romana del Sagrado Corazón del Sufragio se encuentra un meritorio museo dedicado al purgatorio.